¿Cuántas veces escuchamos la palabra “mena” o “menor”?
¿Por qué nos cuesta tanto hablar de infancias o juventudes, cuando éstas son migrantes?
Menores No Acompañados “MNA", "Menor Separado", "Menor Refugiado No Acompañado", "jóvenes errantes", "Menor Migrante No Acompañado" (MMNA), “Niños, Niñas y Adolescentes Migrantes No Acompañados/as” (NNAMNA), “Menores migrantes sin referentes familiares” o el más repetido en los últimos años, “Menor Extranjero No Acompañado” (MENA) (Quiroga, Alonso y Soria, 2009). Estos, son algunos de los conceptos y acrónimos empleados para describir de manera generalizada la migración realizada por la infancia y/o juventud.
La forma en que se construye y concibe socialmente la migración, influida por las políticas gubernamentales enfocadas en el control de fronteras y flujos migratorios, así como por las administraciones, los medios de comunicación y la industria cultural (quienes refuerzan términos como diversidad cultural o minoría étnica), dificulta la posibilidad de reconsiderar modelos de atención que sean acogedores, protectores y emancipadores. Al contrario, pone en evidencia la categorización de las personas según el origen, la edad, el género, la situación socioeconómica y cultural (Maldonado, 2007; Hadjab, 2016).
La narrativa dominante, empleada en instituciones, medios de comunicación y diferentes espacios, mediante el uso de un lenguaje que poco o nada tiene en cuenta los derechos de la infancia, tiene la capacidad de fijar determinadas ideas e imágenes sobre una temática, generando así una repercusión directa en la percepción, recepción e interacción, sobre, en este caso, la infancia y juventud migrante. En definitiva, las narrativas dominantes sobre los jóvenes migrantes impregnan nuestra sociedad, sin embargo, no incluyen las propias perspectivas de los sujetos de las narrativas (Pak, 2023).
Estas narrativas dominantes y hostiles se utilizan en diversos ámbitos, incluyendo los espacios jurídicos, públicos, privados y online, generando representaciones sociales excluyentes que configuran una "percepción general" sobre lo que significa la migración en jóvenes menores de edad. A través de los discursos y prácticas predefinidas y promovidas por instituciones y entidades como el sistema jurídico, educativo y los medios de comunicación, se construye una narrativa dominante que impone una identidad errónea a los jóvenes. El uso del término MENA, por ejemplo, es una narrativa en sí misma, un término que burocratiza y deshumaniza la cuestión de fondo.
El empleo de estos términos en los distintos discursos diferenciales no es, ni más ni menos, que el reflejo de una sociedad marcada por una estructura racista propia de los Estados-Nación. Una estructura que pone en marcha diversos dispositivos que reproducen estos discursos de forma aparentemente inocente. Esta representación hegemónica no circula en el vacío. Está entrelazada con la dinámica de poder existente en la sociedad, lo que determina la capacidad de una narrativa para articular o silenciar las propias experiencias, "incluir las historias de unos y omitir las de otros". Estas dinámicas de poder se refieren a quién tiene y quién no tiene autoridad para generar y reforzar narrativas. En otros términos, esta lógica discursiva responde a estructuras de exclusión racial dentro de las cuales se ponen en marcha determinados mecanismos que deciden quién es merecedor de su aparente “benevolencia”.
La representación hegemónica y estigmatizadora de las infancias y juventudes migrantes inciden en la construcción de una visión negativa sobre estas personas, lo que produce discriminación y exclusión. Esta construcción social y jurídica homogeneiza a todo un colectivo e impide la visibilización de las individualidades de infancias y adolescencia (Horcas, 2016), lo cual favorece la tendencia a responsabilizar y culpar a las juventudes e infancias por la situación de precariedad y exclusión social que enfrentan, problematizando los movimientos migratorios y reforzando la construcción de representaciones estigmatizantes sobre el colectivo.
El control migratorio genera situaciones de vulnerabilidad, dificultando la protección en los sistemas de atención a la infancia y adolescencia. Es importante, antes de cualquier otra reflexión, entender que estamos hablando de infancias y juventudes. De niños, niñas, niñes y jóvenes, cuyo interés superior debe ser respetado. Y cuyos derechos –establecidos y amparados por innumerables leyes y convenciones internacionales– deben garantizarse.
El marco legal que rodea a estas juventudes e infancias que migran solas se enfoca en dos vertientes: la protección y el control migratorio (Bravo y Fernández, 2009). Según Arce (2020) se observa una clara tendencia a enfatizar la condición de extranjero por encima de la de “menor de edad”, lo que pone de manifiesto la falta de entendimiento entre aquellos que deben ser protegidos y quienes tienen la obligación legal de brindarles protección, así como la tensión entre la legislación de extranjería y la normativa de protección infantil. La autora describe cómo se privilegia la condición de extranjero por encima de la condición de “menor”: los procedimientos de determinación de la edad, los intentos de las comunidades autónomas para cesar la tutela de estas infancias y la creciente dificultad para acceder y mantener la regularidad documental cuando llegan a la mayoría de edad (Quiroga, Chagas, Camerota, Molero y Moral, 2021, p.91).
En el caso concreto de Melilla, resulta notoria esta desprotección a la infancia y juventud. En el centro de menores “la Purísima”, la disposición geográfica de éste, ubicado a unos 40 minutos del centro de la ciudad, genera un clima de mayor vulnerabilidad y exposición a múltiples riesgos. La ausencia de aceras para llegar al centro y por ende, la obligatoriedad de andar por el asfalto y la carretera, la ausencia de iluminación en distintos tramos así como el paso bajo el túnel, no son lugares, espacios o un entorno seguro donde transitar.
En ocasiones, los jóvenes se ven obligados a dormir en la calle, de nuevo, exponiéndose a múltiples situaciones de riesgo. Cuando estas ausencias se registran y en efecto, el jóven no acude al centro a dormir, desde Purísima no se activa ningún protocolo de búsqueda, lo cual ejemplifica la ausencia de mecanismos que protejan a la infancia y un tipo de abandono institucional. En definitiva, las lógicas estructurales de desprotección y expulsión llevadas a cabo por la institución, se evidencian en el accionar cotidiano de los jóvenes, los cuales hacen varias alusiones al risky, a su deseo de ser trasladados al centro “Gota de leche” o, como en tantos otros casos, a cometer algún delito menor para ser trasladados al “Centro de Menores Infractores Baluarte”.
Queda un largo camino por delante hasta afianzar un tratamiento no solo ya mediático, sino institucional que ponga en el centro los derechos de la infancia y juventud. Para ello, resulta imprescindible identificar las prácticas que puedan ser generadoras de estereotipos y prejuicios, criminalización, alarmismo y deshumanización, para seguir avanzando hacia un tratamiento donde se ponga en el centro los derechos de la infancia y juventud. Para lograr este tipo de cambio narrativo se necesita la capacidad de cambiar las normas y reglas por las que se rige nuestra sociedad.
Reconocer, finalmente, y en adición, las múltiples configuraciones que adoptan los lazos familiares, amistosos o de contención, especialmente durante el proceso migratorio. Antes de pronunciar la palabra “no acompañado”, podemos preguntarnos si sólo hay una forma de estar presente. Si sólo existe una manera de acompañar.
BIBLIOGRAFÍA:
Arce, E. (2020). El sistema de protección a la infancia: entre la condición de menor y de extranjero. Una mirada jurídica. En V. Quiroga y E. Chagas (Coords.), Empuje y audacia. Migración transfronteriza de adolescentes y jóvenes no acompañados/as (pp. 99-128). Madrid: Siglo XXI.
Bravo, A. y Fernández, J. (2009). Crisis y revisión del acogimiento residencial. Su papel en la protección infantil. Papeles del psicólogo 30(1), 42-52.
Hadjab, H. (2016) Las nuevas generaciones de personas menores migrantes. (Tesis doctoral). Universidad de Granada: Granada. Recuperado de http://hdl.handle.net/10481/45098.
Horcas, V. (2016). Entre el control y la protección. Los dispositivos de atención de los Menores Migrantes en el País Valencià (Tesis doctoral). Universidad de Valencia: Valencia. Recuperado de http://roderic.uv.es/handle/10550/50818.
Maldonado-Torres, N. (2007). Sobre la colonialidad del ser: contribuciones al desarrollo de un concepto. En S. Castro-Gómez y R. Grosfoguel (Eds.), El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémico más allá del capitalismo global (pp. 127- 168). Bogotá: Siglo del Hombre.
Pak, R. (2023). Comprender y reimaginar las narrativas de la juventud migrante en España. Fundación Porcausa.
Quiroga, V., Alonso, A. y Sòria, M. (2009). Somnis de Butxaca. Nois i noies menors migrants no acompanyats a Catalunya. Barcelona: Fundació Jaume Bonfill.
Quiroga, V., Chagas, E., Camerota, N., Molero, L., & Mora, I. (2021). Adolescentes y jóvenes migrantes no acompañados/as: de la discriminación al reconocimiento de los saberes. Quaderns 37, 1, 87-108.
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